Sentimental

Wednesday, April 20, 2011

LICENCIA PARA JODER




Otra hazaña más, llevada a cabo por nuestro querido cuerpo de la seguridad de la localidad malagueña. Otro motivo para levantarse con la tranquilidad de que los villanos serán encerrados y los ciudadanos protegidos por el súper héroe municipal: LA POLICIA LOCAL.
Disculpen si me atraganto con tanta ironía y déjenme aclarar mi impulso incontrolable.
Todo comienza como cada año con las fiestas de Semana Santa. Como si de una invasión provisional se tratara, el centro de Málaga despliega su más temible ejército de beatos encabezados por los militares más temidos: La policía local.
Nadie se encuentra a salvo. La calles se cortan al antojo de un emergente itinerario, el horario de las tiendas se alteran, la gente se reproduce y los tambores y trompetas tanto las auténticas como las desafortunadas creaciones de plásticos, anuncian que el Apocalipsis se hará con nuestras calles toda una larga semana llevándose a su paso a fieles e infieles.
Hasta ahora había conseguido subsistir procurando nos salir si la luz beata alumbraba las calles más cercanas a mis menesteres. Intentaba no hablar del tema o cubrirme con el Ipod cuando esas criaturas me apuntaban con las baquetas de sus tambores. Salía airosa al paso y todo quedaba en comentarios anecdóticos entre mis más infieles amigos.
Pero este año he sido atacada por la espalda. Apuñalada sin límites por el villano que acuña el título de VELADOR DE NUESTRA SEGURIDAD.
Como si viviéramos en plena dictadura, La policía local autorizada por el gran caudillo de la Torre ha secuestrado sin previo aviso a todos los coches que gustosamente yacían en el centro. No han dejado rastro. Vecinos y conciudadanos hemos salido a la calle con la intención de procurar un buen día y hemos vuelto a nuestros hogares con la cartera aún más vacía, los ojos hinchados y alma hundida.
Y sin más tecnicismos me explico:

Cada año, por esta época, la policía retira todos los coches aparcados en el centro histórico. Desplazan sin permiso nuestro medio de transporte y disgustados debemos ir en su búsqueda sea donde sea y como pueda ser. Este año me han pillado de sorpresa. Cuando aparqué mi coche hace más de 10 días, no se podía saber que esa calle era calle al uso para los benditos semanasanteros.
Pero este año, que como sabemos, somos más pobres y tenemos menos futuro. Ha parecido ser el año idóneo para multar, sancionar y retirar los vehículos de los inocentes habitantes del centro. Así que sin más, esta mañana me he levantado dispuesta a ir a trabajar y atónita he tenido que luchar con un polilocalito que en ese lenguaje desagradable que solo ellos saben hablar, me ha asegurado que yo soy la única culpable de tal injusticia porque a estas alturas ya debería saber que en Semana Santa, como cada año, pasa un tsunami devoto que arrasa con todo a su paso

Saturday, April 16, 2011

No espero que lo entiendas, escribo para ser leído.



Te mentí cuando afirmaba que no actúo para la gente. Quise hacerte creer que esta profesión me alienta con el mero hecho de hacerla, sola, en la ducha, en mi cuarto o en mi cabeza.

Pero lo cierto es que uno escribe para ser leído , canta para ser escuchado y actúa para ser sentido.

Alguien dijo alguna vez que esta profesión, la de pretender ser alguien ajeno…sí, la de ser actor, es como sentir la sensación agradable de hablar y ser escuchado. Yo pienso que voy mas allá de todo eso. Creo que se trata de convencer tras ser uno convencido.

Mi escepticismo ante la vida hace que solo crea en lo que puedo comprobar con mis cinco sentidos y asumo la vida con mi fe basada en las doctrinas que acuñan respeto, solidaridad y conciencia. Todo ello me hace poco sensible ante lo divino, pero brutalmente impresionable ante lo humanamente real. Tanto es este incontrol de sensibilidad humana, que soy capaz de inmunizarme si veo a un vagabundo al filo de su propia muerte, y lloro a raudales si alguien maltrata a su perro.

Pero es aquí, en esta profesión donde tomo contacto con lo que hace que el ser humano sea perfectamente justificable ante cada una de sus acciones, si los motivos nacen de la conciencia impulsiva. Gracias a esta profesión... sí, la de interpretar para ser visto por otro, soy capaz de empatizar con aquel que por rutina vital había llegado a pasar tan desapercibido que su mayor desgracia implicaba para mí una simple pincelada de morbo en mi vida cotidiana.

Y es ahí donde se aúna la única fe que tengo: la de empatizar con el ajeno para comprenderme a mi misma. Y la necesidad de hacerme escuchar mientras cuento lo que cuento.

Es curioso. Dicen que el ser actor es una profesión para egocéntricos y egoístas. Y pretendiendo alejarme de este estereotipo, descubro que mi fe y mi necesidad anteriormente mencionadas, se mueven a través de los egos más evidentes. Qué le vamos a hacer, si al ser humano se le podría perdonar todas sus actos con tan solo asumir que estamos hechos así y en mayor o menor medida, venimos todos defectuosos de fábrica.